sábado, 5 de julio de 2014

Insectos (Historia)




¿Has visto aquellos insectos que salen solo cuando es temporada de lluvias? Resultan ser molestos porque se acercan en cantidad a cualquier fuente de luz que encuentren.

Las ventanas de mi cuarto estaban abiertas, ya que, aunque estaba lloviendo, hacía ese calor típico del verano. Me encontraba sudando frente a mi computadora donde escuchaba música para poder relajarme después de un día bastante duro en la escuela. 

Poco a poco comenzó a oscurecer y no quedó más remedio que encender las luces. Unos minutos después de hacerlo, un pequeño escarabajo verde entró volando a mi habitación, haciendo el  escándalo que suelen hacer.
Los escarabajos no son animales a los que tema, pero igual me repugna la idea de que uno de ellos, al volar, pueda posarse en mi brazo, cabeza o espalda: el solo pensarlo me producía escalofríos, así que decidí buscar algo pequeño con que poder atrapar al escarabajo. Cuando lo encontré, esperé a que el animalito quedara en el suelo e hice que entrara en un vaso desechable que tenía por ahí. Sin duda era un lindo escarabajo, pero inmediatamente lo saqué del cuarto para poder seguir escuchando tranquilamente las canciones  que estaban sonando en mi computadora.
Cerré los ojos y tuve unos minutos bastante placenteros, hasta que me di cuenta que algunas hormigas aladas comenzaban a entrar por mi ventana. La situación comenzaba a molestarme, así que mejor decidí cerrarla y encender el ventilador que se encontraba en una esquina del cuarto.
Volví a mi silla, me puse los audífonos y recosté mi cabeza en la mesa, ya nada podría molestarme

Sin embargo, se comenzaron a escuchar golpes en la ventana y revoloteos de insectos. Suspiré y traté de ignorar tal cosa. Sin embargo, poco a poco iba aumentando el ruido proveniente de los choques contra la ventana. Apagué la luz, no la necesitaría, bajé el brillo de la computadora volví a hundirme en las melodías que sonaban en el reproductor de música. Poco a poco fueron bajando los golpes que se escuchaban, hasta desaparecer.
Me sentí más tranquila y feliz, al fin habían desaparecido las molestias. Así dure media hora más, pero sentí la necesidad de salir por algo de comer. Me dispuse a salir, encendí las luces y abrí la puerta, pero lo que me encontré  no me lo esperaba.
El piso estaba repleto de insectos que esperaban entrar a mi cuarto. En ese momento sentí asco, ya que además, de aquellos animales provenía un extraño olor. Quise cerrar la puerta, más los escarabajos y demás ya habían entrado. No tuve más remedio que ir corriendo a la cocina mientras pisaba aquellos animales, mientras los escuchaba crujir y  sentía cómo volaban cerca de mí.

Tenía que encontrar algo con qué hacer que se fueran, debía hacerlo, pero eso significaba encender la luz de la cocina y llamarlos, hacer que invadieran también aquella habitación.  A tientas comencé a buscar insecticida  dentro de las repisas, lo encontré, pero funcionó muy poco. Apenas si logró llegar a los insectos mas cercanos cuando se agotó su contenido.

Pensé una y otra vez qué es lo que podía hacer para alejarlos si quiera. No soportaba el ruido que estaba llenando las habitaciones de la casa, el zumbido masivo se hacía cada vez más fuerte y  me volvía loca. La gran cantidad de animales que había en esos momentos hizo que comenzaran a entrar a la cocina y, sin darme cuenta, empezaron a subir por mis zapatos.
Sentí uno de ellos en mi cuello, ya estaban sobre mí. 


Fuego, es todo lo que pensé. Tomé  el encendedor de la cocina y comencé a incendiar todo aquello que fuera de madera o plástico. La habitación se llenó de humo en uno segundos. ¡Si, los insectos se irán con el humo!
Sentí el calor de las llamas, me quedé paralizada al ver lo que acababa de hacer. Corrí hacia el pasillo intentando escapar del humo y el fuego, sentía las pequeñas patas caminando por mi cuello, mis brazos, incluso  mi cara. Quería que se fueran ¡Váyanse ya!, gritaba.
El humo llenó también aquel pasillo, no supe qué más hacer. Me abandoné a mi suerte. El humo se apoderó de mí, los bichos se apoderaron de mí. No había elección.

La ansiedad que sentía al verme envuelta de escarabajos y hormigas comenzaba a desvanecerse, ahora podía estar tranquila, si… eso era. La música que escuchaba unos minutos antes resonaba en mi cabeza. Poco a poco comenzaba a perder mis sentidos, una luz blanca se apoderó de mi vista. ¡Ah! No supe más de mí, no supe más de los insectos, ni del humo.
Profunda oscuridad, a la mañana siguiente solo habría resquicios de lo que fue un cuerpo, mi cuerpo calcinado por el fuego, un cuerpo abandonado por un alma que se encontraba en paz, muy en paz.


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